Un ansiolítico es básicamente un tranquilizante, y como tal tiene una función depresora del sistema nervioso central cuya finalidad es eliminar, o al menos mitigar, el conjunto de síntomas conocido como ansiedad.
Esto significa claramente que los ansiolíticos no curan, no detectan cuál es la causa de la ansiedad, qué la provoca, no escuchan, no preguntan, no quieren saber, sino que simplemente buscan disminuir los molestos efectos que la ansiedad produce y en el mejor de los casos hacerlos desaparecer puntualmente. Pero como en la magia con palomas y chisteras, las causas que provocan la ansiedad no dejan de existir sin más, sino que aguardan agazapadas una nueva oportunidad para manifestarse o mutar, como los virus para aparecer por otro lado.
El efecto ansiolítico del fármaco no queda simplemente en ello, este es solo el inicio de una cadena de contraindicaciones, efectos secundarios no deseados, acostumbramiento, necesidad de aumentar la dósis, que pueden incluir la sedación, relajación muscular y finalmente el efecto hipnótico (en su uso abusivo), llegando en casos extremos al coma y la muerte.
Históricamente los primeros medicamentos para luchar contra la ansiedad fueron los barbitúricos (derivados del ácido barbitúrico que provocaba desde la sedación hasta la anestesia total). Fue sintetizado por primera vez en 1864 y comercializado por laboratorios Bayer desde 1903 como Veronal, según la leyenda este fue el nombre que recibió de uno de los químicos que trabajó en su producción, debido a que el sitio más tranquilo que decía conocer era la ciudad de Verona. Sin embargo no todo era tan pacífico, tenían un alto riesgo de sobredosis accidental, o no, famoso es el caso de Marilyn Monroe. Los riesgos de su consumo eran mayores que los efectos benéficos y poco a poco fue dejando de prescribirse. Tras el empleo de otros principios farmacológicos llegamos a las benzodiazepinas, siendo la primera que salió a la venta, en 1957, el Librium, terminación de la palabra inglesa equilibrium. Aunque con esta generación de fármacos se alcanzaría una relación riesgo/beneficio aceptable para su uso (y son los que se vienen utilizando cuando a usted le recetan ansiolíticos). En la actualidad se suelen medicar ansiolíticos no benzodiazepínicos. Estos pierden efectos muy útiles (en otras dolencias) como la sedación, la relajación muscular, los efectos anticonvulsivos, los hipnóticos incluso su utilización como complementos anestésicos, pero conservan con un riesgo menor los destinados propiamente al tratamiento de la ansiedad.
En cualquier caso el psicoanálisis en Valdemoro puede afirmar que:
La ansiedad puede mejorar pero no curarse con fármacos.
La ansiedad es un síntoma psíquico que obedece a una causa psíquica, que debe buscarse y resolverse por medio de una terapia psicológica.
La ansiedad resta calidad de vida.
Usted decide como quiere vivir.