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No hay sitio para la calma

cuando veo mi reflejo

en esos ojos oceánicos

que huracanean el alma.

El pensamiento

a la deriva flota,

gota a gota, se desvanece

como camalotes cenicientos.

Qué luna, qué marea, qué corrientes

alimentan y renuevan

las grises aguas de esos ojos

donde se dan la vuelta los valientes?

Qué descanso espera, si arrebato

en el abismo insondable acecha

a quien busca en la aventura

descifrar el alegato?

 

La balsa, la jangada, el velero, la canoa,

lo frágil, lo inseguro, lo precario,

no prueban fortuna en esos ojos

cuando sus aguas revueltas,

 

 

ciegan los faros en las tempestades

y dejan sin aliento

a los fareros

y hacen niños de los capitanes.

 

Olas que se encrespan insolentes

en un canto a la firmeza,

en un torbellino de certezas,

irremediablemente.

 

He de aguardar a cubierto,

y al pairo esperar

que la marea de los párpados

ponga fin a lo despierto.

 

El gris se vuelve violeta, lila

rayos y ciclones se concentran

en un punto negro de tormenta

que hace que me duela tu pupila,

 

la que mira, la que espera,

qué más da?

sí en esos ojos oceánicos

recias naves dan la vida.

 

 

Al volver un día a puerto

si acaso lo consiguiera

cantaría a los grumetes

de esos mares donde he muerto.

 

Pondré a todos sobre aviso

de aquellos ojos oceánicos,

alejaos para evitar la derrota,

que la derrota os aleje.

 

La advertencia llega tarde,

ya no es posible el regreso

los invade el desamparo,

gota a gota, beso a beso.

 

Se queda fuera el ayer,

el hoy no encuentra el camino,

en esos ojos oceánicos

se ahogó el último marino.

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