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Es muy fácil creer en dios, desde luego es lo más sencillo. Nos asegura franquear la última barrera, la muerte, vencerla, negarla, agregar un eslabón al final de la cadena de lo  Simbólico e ir más allá de lo Real. Lacan el más grande pensador, descubridor y divulgador del psicoanálisis, después de Freud, habla de tres registros en los que transcurre el devenir humano. El universo que culturalmente hemos creado los seres humanos, es un universo de símbolos. Todo lo que nos rodea lo es. Las palabras que forman nuestro lenguaje son símbolos que representan las cosas sin ser «la cosa en sí». La palabra «mesa» es un símbolo que representa una mesa sin ser concretamente la cosa «mesa». Más allá del lenguaje los ejemplos saltan a la vista y nos rodean en este universo simbólico que estoy presentando, una líneas blancas pintadas en el suelo indican un paso peatonal, la  luz roja de un semáforo… alto! la silueta de una mujer en una puerta dará paso al  toillette de señoras, un Ferrari es un símbolo de riqueza o poderío, etc. Este es el universo de las ideas, las reflexiones, la palabra escrita, oral, pensada, es el terreno del entendimiento, donde tenemos la efímera sensación de encontrarnos, de comunicarnos y hasta de hablar la misma lengua . Un poco más allá está el registro de lo Imaginario en el que nos adelantamos a los acontecimientos o simplemente los fantaseamos. Es verdad que hay un lado positivo incluso necesario. Freud decía que la fantasía era para el aparato psíquico, lo que los parques a las ciudades, un espacio verde donde huir del asfalto, el ruido, el trafico y el estrés de la vida cotidiana. Soñar, fantasear, imaginar es necesario, gratificante y reparador para los estragos que la realidad genera en nuestra mente. Sin embargo a veces nos lleva al adelantamiento, a precipitarnos, a imaginarnos lo que no es. En lugar de recurrir a la pregunta, a la reflexión, a darle la oportunidad a los demás para que se expliquen, elegimos adentrarnos en los caminos más tortuosos de lo imaginario y suponer.

Si las vicisitudes de lo Imaginario no nos han acobardado, aún hay otro salto que podemos dar. Es el más arriesgado, un salto al universo donde más inseguros nos volvemos, un mundo que los seres humanos dejamos atrás hace al menos cien mil años, me refiero a lo Real. Es el escenario de la vida salvaje que habitamos en nuestro pasado animal. Un mundo donde la palabra y sus posibles interpretaciones no existen, donde todo es Acto. Matar es una leona desgarrando el cuello de una cebra. No se puede matar de risa ni a besos, no es una forma de decir, es simplemente eso, matar. Comer es alimentarse para continuar existiendo, no es una forma de autodestrucción, un síntoma, una forma de pedir perdón (en una cena romántica) o de cerrar un negocio. En lo Real las cosas son reales, sin malos entendidos, sin dobles intenciones, no son formas de decir… un sentido figurado, son hechos concretos. Y la Muerte es Real. Es un final sin más allá, sin la posibilidad de seguir, de tener otra oportunidad, de agregar una última palabra. No hay otro día, no hay mañana. Es Real… se acabó.

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