Disfrutar con responsabilidad parece ser la clave que proponen los epicuros.
En el año 341 a.c. nació Epicuro en Samos, Grecia, viviría allí sesenta y nueve años, resultaron más que suficientes como para pasar a la historia y que hoy más de dos milenios después lo estemos recordando. Sus enseñanzas nos llevan a la práctica de un «hedonismo racional», a una búsqueda del placer dirigida por la prudencia, tratando así de eludir el destino (en el que no creía) y escapar de lo que llamaba el tradicional «fatalismo griego», para Epicuro la Naturaleza era regida por el azar, el cual era entendido como ausencia de casualidad.
Planteaba que los mitos religiosos amargaban la vida de las personas y que los placeres del espíritu son superiores a los que puede aportar el cuerpo. Ambos materia y alma, deben ser satisfechos con inteligencia, sin excesos. Criticaba tanto el desenfreno como la renuncia a los goces de la vida, especialmente los de la «carne».
El Psicoanálisis sostiene que como defienden los epicuros, el hombre viene a la vida en busca del placer y trata sistemáticamente de evitar el sufrimiento, el dolor (displacer).
El pensamiento de Epicuro de Samos plantea la filosofía como un instrumento al servicio de la felicidad de los hombres, así el conocimiento no debe llevar a otro sitio que a alcanzar la felicidad.