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Narciso murió tras embelesarse con su propia imagen.

Aunque vanidoso y egoísta, había sido  un joven muy bello y los dioses se apenaron con la idea de verlo desaparecer                                        para siempre. Por eso convirtieron las  gotas de su sangre en una hermosa flor.

 

En el artículo publicado en 1917 “Una dificultad del psicoanálisis”, Sigmund Freud plantea la hipótesis de que en su evolución, los seres humanos han sufrido en distintos momentos de la historia, lo que él llama “las tres heridas al narcisismo de la Humanidad”. La idea es que ésta ha creído durante mucho tiempo encontrarse en la cima de la creación y del poder, se ha visto en el lugar de un amo que determina las reglas e incluso forma parte de un plan, de una obra que lo habría colocado en lo más alto, controlando tanto los hechos del entorno, como los que proceden del interior del propio alma. Sin entrar en un concepto más técnico para esta modesta reflexión como el de narcisismo (Freud si lo hace en el texto) diré simplemente que la Humanidad ha disfrutado de una posición de auto proclamado privilegio, origen divino, centro y objeto de toda la realidad, en el marco de una delirante omnipotencia de las ideas. En esta obra Freud va a plantear que hubo tres episodios a lo largo del desarrollo, que acabaron siendo humillantes para este amor propio  colectivo. Como Narciso ante las aguas capturado por su propio reflejo, no pudo amar a nadie más que no fuera a si mismo, la Humanidad también se creyó en el centro, elegida por los dioses y conocedora de todo el saber a través de la consciencia, al menos hasta Freud.

1 La afrenta cosmológica

El Hombre creía que su hábitat se hallaba fijo en el centro del universo y que todos los planetas y satélites, así como las estrellas, incluido el Sol,  giraban alrededor nuestro. “La situación central en la Tierra le era garantía de su situación predominante en el Universo, y le parecía muy de acuerdo con su tendencia a sentirse dueño y señor del mundo” (1). Ya los pitagóricos habían puesto en duda tamaña creencia.  Aristarco de Samos en el siglo III a.c., afirmaba que la Tierra era mucho más pequeña que el Sol y que además se trasladaba en órbita a su alrededor. Pero no fue hasta la presentación de los trabajos del matemático, astrónomo y clérigo católico Nicolás Copérnico, que quedó demostrada la Teoría Heliocéntrica (2).

La Tierra se convirtió en una pequeña bolita girando, como los demás planetas y satélites alrededor del Sol, de repente dejó de estar en el centro y se convirtió en “uno más”.

Así el amor propio humano sufrió su primera gran ofensa, la ofensa cosmológica.

2 La afrenta biológica

“En el curso de su evolución cultural el hombre se consideró como soberano de todos los seres que poblaban la tierra” (1). Se atribuyó un alma inmortal y como anteriormente dije, un origen divino. Llegó a sentirse tan superior a los animales que comparar a alguien con ellos pasó a considerarse un insulto. Las investigaciones de Darwin pusieron fin a todo esto. Los hombres y mujeres no son distintos a los animales y en ningún caso mejor que ellos. Darwin con su Teoría de la Evolución de las Especies en la segunda mitad del siglo XIX trajo así, la segunda ofensa, la ofensa biológica.

3 La afrenta psicológica

Hasta aquí, aunque por dos veces humillada, la Humanidad se siente soberana de su pensamiento, que tiene el control de sus deseos e impulsos, que sabe lo que quiere y porque. Hasta Freud se entendía lo inconsciente como aquello que simplemente no está consciente. Sin potestad alguna ante la omnipotencia del Yo y su conocimiento de “toda” la realidad. El Psicoanálisis vino a decir que quien verdaderamente gobierna el destino del sujeto es su propio inconsciente, del cual el sujeto es sujeto(ado) por dicha instancia psíquica. Freud descubrió y fundamentó el funcionamiento del aparato psíquico lo que le permitió concluir que es la parte de mi mente que me es extraña, que desconozco, la que verdaderamente gobierna, da sentido y explica mis actos. Así el Yo no es como se creía hasta entonces, dueño y señor de su propia casa. De esto ya se había percatado antes que Freud, el filósofo y pensador Schopenhauer, cuya “voluntad inconsciente” es totalmente equiparable a los postulados del Psicoanálisis. Así también aprobó Schopenhauer la idea freudiana de la importancia capital de la sexualidad en la vida anímica de las personas. El Psicoanálisis puso de manifiesto otro tema muy incomodo, el papel trascendental de la sexualidad en la neurosis y en la generación de síntomas psíquicos. Así llegamos a la tercera ofensa al orgullo narcisista de la Humanidad, la afrenta psicológica.

 

4 Habrá una cuarta?

¿Qué o quién nos formula esta pregunta?

Unos ciento veinte nanómetros necesita el coronavirus (COVID 19) para encerrar tras una membrana protoplasmática, una máquina casi perfecta para eliminar al Ser Humano y toda su creación, todo su orgullo, toda su evolución, de este planeta del que creíamos ser los amos. Incluso más, los peores desenlaces (aquellos que implican la muerte del paciente) son los que ocurren como consecuencia de la activación, en muchos casos desmesurada, del aparato inmunológico. La paradoja consiste en que el virus ataca al cuerpo y éste en su intento de defensa, ataca al cuerpo. La OMS ha calificado la situación actual como una pandemia. Otra paradoja implícita. En la tercera herida, la afrenta psicológica, Freud fue acusado de pansexualismo, supuestamente por hacer girar todos sus argumentos en torno al sexo. Bueno, ahora todo gira alrededor del virus. La moral victoriana de la época entendía el sexo como un virus a erradicar y Freud lo puso en primera página, pero es que lo estaba y lo sigue estando, aunque eso nunca diera buena prensa. Hoy la especie humana se enfrenta con algo ajeno, no propio, desconocido, el Covid 19, como el Inconsciente  que descubrió y al que se enfrentó el Psicoanálisis de comienzos del siglo XX.

¿Se equivocaba al centrar su investigación en el desarrollo de la libido sexual, los obstáculos que encuentra en su recorrido y su manifiesto vínculo con la etiología de las neurosis?

¿Se equivoca esta sociedad al supeditar todo a la pandemia? Más de un millón y medio de casos y cien mil muertes atestiguan que no.

¿Se equivocaba la sociedad del mil novecientos al no reconocer su propio Inconsciente y verlo más bien como un extranjero?

¿Se equivoca esta sociedad actual al ver al virus como a Otro, que no es precisamente mi semejante?

Todo va y vuelve, todo puede parecer paradójico.

Cada uno de estos momentos críticos para nuestro orgullo, han sido duros de superar, han traído sufrimiento pero también cambios y progreso. Si fue difícil para Aristarco argumentar el pequeño papel de nuestro mundo en el cosmos, peor para Copérnico y no hablemos de Galileo. Darwin y Freud fueron excomulgados por decir verdades que no se querían escuchar y al fin y al cabo, no es eso lo que hace el Inconsciente, clamar en el desierto sin que nadie quiera oírlo?

¿Puede el coronavirus convertirse en la cuarta ofensa al orgullo de la Humanidad? Claro, puede demostrarnos toda nuestra fragilidad para dar una respuesta de conjunto; lo endeble de nuestro compromiso de unos con los otros, de nuestro compromiso como especie, también con las otras especies y el planeta que habitamos. El Covid 19 puede hacernos ver lo que es prioritario y lo que no, cuáles son las cosas verdaderamente importantes, qué es lo necesario y qué es lo que simplemente demando. Puede enseñarnos que para que exista una Economía y grandes bancos con los que endeudarse es necesario primero que existan personas. El virus ha cambiado en muy poco tiempo nuestras vidas, más de la mitad de la población mundial se esconde junto a su delirante orgullo de Ser Supremo, de algo que ni siquiera vemos. No salimos, no viajamos, no podemos reunirnos, abrazar a los seres queridos. Cada uno está solo con su propia verdad, con su propio inconsciente.

En otro tiempo a los malos estudiantes se los ponía de cara a la pared con orejas de burro, el virus nos ha puesto de cara a nosotros mismos, ¿seremos capaces de enfrentar los retos que ha cada uno reclaman, será ésta la cuarta herida?

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