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En todas las épocas, en cada siglo, a cada paso de la humanidad, en cada rincón y en todo tiempo, en la caverna y en la fortaleza, entre la batalla y la victoria encontramos la pobreza, la miseria, la injusticia, el abuso de poder, las guerras, la ambición y el desamparo de los indefensos. Existe un avance del que sentirse orgulloso más allá de lo tecnológico, de lo arificial? Hay diferencias esenciales entre las antiguas y actuales formas de desigualdad? Soñamos la barbarie o hemos barbarizado el sueño? Reciclamos cuatro botes de plástico y creemos que ya está todo resuelto mientras los estadístas del mundo prometen medidas que jamás serán puestas en práctica.

El hombre es un lobo para el hombre, dice Nietszche.

 

El hombre acecha al hombre,  dice Hernández.

 

Existiendo la riqueza inconmensurable, incontable, ésa que da curso a lo extravagante, a lo vanal y superfluo, a lo insultante por presindible, a la obsenidad que habita en el lujo…..  la pobreza nos mira con sus ojos desgastados y sus raídas vestiduras y nos confronta con el lado más oscuro de la miseria humana.

La relación de los seres humanos con el poder es verdaderamente nefasta. El poder corrompe. Lejos de ser un instrumento para la consecución de un fin, muta con facilidad y rapidez al fin en sí mismo. La ambición lo es, de poder. La ambición desmedida es la enajenación del deseo, implica deseo de todo, niega la división infinita del sujeto, la castración estructural, el imposible. El problema del poder es que acaba convirtiéndose inexorablemente, en la totalidad del poder o sea en la omnipotencia y desde allí dios queda, a solo un paso.

                 La guerra es el brazo armado que blande un espíritu embriagado por la ambición de un poder absoluto, que siempre se acaba descargando en aquellos que no pueden defenderse. En los parias de la tierra. Pero es qué no es un débil quien abusa de un débil? La fuerza en cambio va por dentro, es invisible, no necesita demostración alguna, paradójicamente su puesta en marcha debilita.

                Qué se puede esperar de quienes  olvidan a su mayor poeta? No es ese el lugar que corresponde a Miguel en España? El pastor de cabras al servicio del pueblo no tiene ningún monumento, pero los bizarros siervos del poder dilapidan el pan y los peces, la mirra y el incienso, el oro, el mármol de Carrara, el maná, los recursos y los discursos en panteones funerarios que nunca alcanzan a recoger su ego.

Y….. el hombre acecha al hombre.

 

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