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Existe el TDAH?

 

Existe el Trastorno de “déficit de atención”?

Y la “Hiperactividad” qué significa?

Y el Trastorno de déficit de atención con hiperactividad?

 

Hay muchos intereses en que sea así, que exista deja tranquila a mucha gente, llena muchos bolsillos, pacifica consciencias y aulas, facilita el trabajo de docentes, pediatras y psiquiatras.

Que exista una enfermedad así es imprescindible para un sistema que busca uniformarnos, hacer que las personas entren en sus categorías, en sus clasificaciones, un sistema basado en el Capital y en el Consumo, requiere de una producción en cadena (da) y requiere también que todos encontremos la felicidad en las mismas cosas (las que ellos producen). No son buenas las excepciones a las normas, mejor todos iguales, es más fácil controlarnos, dirigir nuestro pensamiento y por lo tanto anticiparse, al punto de que el Sistema se cree sabedor de lo que cada uno desea, y nos lo suelta a cada momento, mediante ese brazo armado que representa la publicidad.

Esta es la historia vergonzosa de una infamia, la de desarrollar fármacos que dejan fabulosos beneficios a los laboratorios y después “crear” una enfermedad a medida.

Como señalara Juan Pundik (Presidente de la Plataforma contra la Medicalización de la Infancia), “produce el borramiento de todo criterio diagnóstico en favor de una valoración moral” (que por otra parte, nada tiene de científico). Cuáles son los significantes que nombran la infamia?

Trastorno

Déficit

Hiper

Sólo desde la mentalidad de un orden, preestablecido, “bueno”, “normal”, sólo desde el Discurso del Amo es posible determinar que es lo que corresponde y que no, que es lo “anormal”, cuándo un niño es demasiado “movido” (hiperactivo), cuando se comporta como “es debido” y cuando es un trastornado y trastorna a los demás. Esta es una idea totalizadora y unificadora, que pretende que encajemos… sin dar problemas.

“Aquellos que son deficitarios frente al ideal normativo o lo trastornan, quedan estigmatizados”, señala acertadamente Pundik.

En esta “asociación de intereses” comparten mesa y mantel, lo más retrógrado de a medicina, el conductismo y las terapias breves, la industria farmacéutica y su accionariado, un lobby que solo atiende a beneficios económicos, algunos educadores, algunos padres… todos dispuestos a condenar a un niño/a que se atreva a desafiar el ideal social. A la espera un tratamiento sin valor curativo, sin preguntas, sin búsqueda de la causa del problema, por qué un niño/a no atiende, a qué, en qué circunstancias, por qué no acepta límites, qué implica su caótica puesta en escena, que representa el síntoma?

Ni una prueba científica ha conseguido hallar que área, qué punto enferma en el cerebro, cuál es el gen que produce el TDAH. Todo es una maraña de conjeturas. Se habla de la posible desregulación a lo largo del eje catecolaminas – serotoninas, de trastornos que tendrían que ver con el hemisferio derecho. A partir del desconocimiento el imperativo social, médico, educacional, institucional intenta dar “normalidad” al deseo del sujeto.

No se considera que la temporalidad de cada quien está en relación con su historia, con lo vivido, en definitiva con su estructura de personalidad.

Así se privilegian los imperativos normalizadores, por sobre el deseo, que lógicamente tendrá que ser reprimido.

El Psicoanálisis en cambio cree en el caso por caso, en cada terapia y con cada sujeto del inconsciente, es reinventado, puesto a prueba, en su búsqueda de cuál es la verdad del síntoma. Mientras este discurso unificador no se interesa por la causa, qué le pasa al niño, por qué se comporta así, sino más bien cómo calmarlo, meterlo en cintura y que no moleste, que no trastorne el orden preestablecido.

Dónde y cuándo es deficitaria la atención, en clase, haciendo la tarea, cuando se le da una orden (“ve a ducharte”)? y qué pasa si está viendo su programa favorito en la tele, o jugando a “la play”, desatiende también, no se concentra?

O quién dice, qué representa que un niño sea inquieto, movido, cuándo pasa de ser activo a “hiper” y lo más importante, desde algún estamento de poder, desde alguna institución, quién preguntará por la familia, por los padres, qué pasa, qué falla?

El TDA ó el TDAH nos implica a todos, es un fracaso social que incluye la escuela, los planes educativos, los docentes, los padres, la familia, los valores del entorno cultural, los políticos y sus políticas, los laboratorios, los médicos y psicólogos… no darle a los niños y niñas diagnosticados así, otra solución que una droga adictiva y que no cura, es un fracaso social, pero claro siempre será más fácil hacer caer esa “falla”, ese “trastorno” sobre los más indefensos.

Mejor que sean ellos los “inadaptados”.

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