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Siempre me ha parecido especialmente llamativa la tardía aparición de la psicología en el pensamiento humano, parece como si este se hubiera preocupado de lo que está fuera, antes que preguntarse por lo que está dentro.

Así la ciencia comenzó con la física y la astronomía y la filosofía con la cosmología, los hombres y mujeres primero se fijaron en su entorno, en lo que los rodeaba, la vida dependía de ello. Lo más primitivo tiene que ver con la subsistencia y muchos siglos tuvieron que pasar para encontrar una reflexión que no se sustentara en los aspectos material y concreto de la existencia.

Solo al coger la herramienta de observación que Freud nos proporcionó, el Psicoanálisis, entendemos que lo mismo ocurre con el Inconsciente oculto tras el velo de la Conciencia, de la pretendida y aparente unidad, uniformidad, integridad. Un Inconsciente, el suyo propio, visto como extraño, como extranjero, como Otro. Solo entendiendo, que ese Otro (Otro primordial, Otro materno) y no otro me conforma, me devuelve una imagen completa allí donde el infans (como nombra Lacan al niño que aun no es dueño de la palabra) la vive fragmentada. El Yo se constituye desde fuera, solo puede construirse desde el No Yo.

La psicología surge en principio de la fisiología, del estudio de los órganos sensoriales, aquellos que nos permiten percibir y por lo tanto conocer el mundo y que se convirtieron en un primer vínculo de conexión entre lo externo y la experiencia intima. Desde entonces hasta la herida al narcisismo de la humanidad que inflige Freud con su teoría del inconsciente, queda un largo trecho por recorrer.

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