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Nació en Londres en 1882, como Adeline Virginia Stephen. Fue la tercera de cuatro hermanos, aunque su madre tenía otros tres hijos de un matrimonio anterior. Se crió en un ambiente familiar de alto nivel educativo y de pensamiento  liberal, su casa era habitualmente visitada por políticos, juristas, artistas, literatos…. pero también fue un entorno emocional muy complejo. Su madre procedía de una importante familia de editores. Virginia se convertiría con el tiempo en una de las escritoras más importantes e influyentes del siglo XX. Su técnica narrativa basada en el «monólogo interior» seguida luego por otros autores, así como su estilo poético, destacan entre sus principales contribuciones a la novela moderna.

Probablemente su vida se tuerce a los 13 años con la muerte de su madre. Comienza a sufrir de frecuentes estados depresivos que poco a poco cursaron a crónicos hasta dar lugar a un diagnóstico de psicosis. Desde entonces tuvo frecuentes ingresos en casas de reposo, que así se llamaba a los psiquiátricos de la época. Todo en su biografía indica que fue objeto de abusos sexuales por parte de dos de sus hermanastros. Dichos acontecimientos probablemente la marcaron con una desconfianza hacia los hombre que la acompañaría siempre. Por otro lado exacerbó una fascinación por la mujer y su mundo, hasta posicionarla como una convencida feminista. Se rodeó de muchos intelectuales homosexuales y de la fama de tener inclinacionres románticas hacia su propio sexo. Habiendo muerto ya sus padres, junto a alguno de sus hermanos crea el famoso Círculo literario de Bloomsbury (barrio de Londres). Entre otros son asíduos, el economista John Maynard Keynes, escritores como Lytton Strachey, E. Forster, filósosfos como Bertrand Russell y Ludwing Wittgenstein, el pintor escocés Duncan Grant (amante de Keynes), y otros muchos. Desde allí luchó contra el conformismo político y social, la mediocridad, la desigualdad de clases y sexos, tratando siempre de aportar algo nuevo y rompedor en el panorama cultural. Se casó con el señor Woolf, de quien quiso tomar su apellido, y juntos fundaron la editorial Hogart & Press, donde luego publicaría sus novelas. Estas eran auténticos ejercicios liberadores, contestatarios y forjadoras de un nuevo estilo. En ellas el hilo que guía la trama de cada personaje, es su propio proceso mental, sus vivencias, pero también sus más reveladores deseos, sus sueños, que convierten la prosa de su autora, en un ejercicio de asociación libre (novelas como «La señora Dallaway» una exploración psicológica a través de doce horas en la vida de la protagonista, u «Orlando» de 1928). Así paso a paso se convirtió en una escritora innovadora e influyente, cuyo ensayo de 1929 «Una habitación propia», se convirtió en una bandera de la causa femista.

Curiosidades de la historia hicieron que fuera a  nacer y morir, en los mismos años que otro grande de la literatura británica, el irlandés James Joyce, como él, encontró en la literatura un anclaje al caos psicótico. Hablé antes del nuevo lenguaje que trae Woolf, pero y qué decir del «Ulyses», escrito en psicótico y con los neologismos creados por un Joyce que sabía que el significante no da cobertura a todo el tesoro de la lengua, que no están todos los significantes… por eso hay que inventarlos. También le pasó a Virginia que tuvo que inventarse un estilo narrativo, tampoco el señor Leonard Woolf pudo darle todas las respuestas y durante una temporada las buscó en la escritora Vita Sackville-West, con quien mantuvo una relación sentimental.

Nada fue suficiente para mitigar el dolor de tanto sufrimiento y aún menos, la llegada de la guerra. Su marido era judío y juntos se habían prometido, siguiendo el curso del avance de Hitler, que si Inglaterra caía, huirían al extranjero. Virginia estaba ya muy deteriorada, inició su particular descenso a los infiernos de la mano de unos de sus peores cíclos depresivos, a los 59 años se encontraba impotente para enfrentarse al horror de la vida, tal como la estaba viendo, aunque Inglaterra no fue invadida, su casa de Londres fue destruída por un bombardeo. Se fue hundiendo definitivamente, oía voces, ya no podía concentrarse ni trabajar….

El 28 de marzo de 1941, se vistió y se preparó para salir, se puso el abrigo, fue hasta un río cercano a su casa en el condado de  Sussex, llenó sus bolsillos de piedras y se arrojó en un último acto de desesperación. Su cadáver arrastrado por las aguas fue recuperado veinte días después, Virginia ya se había ido.

 

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