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La felicidad es evanecente como los momentos que la componen.
Instantes fugaces.
Una rama camaleónicamente dorada por el sol, una sonrisa esperada y abiertamente ofrecida, una mirada nacida de la magia, un gesto, una noticia.
Un sí, un no.
No es un estadío permanente ni garantizado, más bien algo etéreo, que fluye y escapa aunque querramos retenerlo.
Por el contrario la vida se encarga de nutrirnos de grandes dósis de sufrimiento, impotencia, desgracias y situaciones conflictivas, desencuentro,
desamor, incomprensión, intolerancia…..
La dicotomía, la polaridad de lo extremo, lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo, blanco y negro, risa y llanto.
Sin embargo y (seguramente) por suerte, los humanos no habitan de forma continuada estos territorios.
La vida oscila en climas más templados, pero también más anodinos, en la gama infinita de los grises. Los días se suceden sin demasiados
cambios, más o menos bien, sin mucho que decir, ratos felices, otros tristes y otros…. normales.
Hasta aquí lo normal, lo que a todos nos ocurre, más allá se abre el abismo de la depresión.
El enigma del síntoma depresivo.
Esa suma de desánimo, falta de voluntad, motivación, esa caída del deseo que se representa en un «no tener ganas de nada»
«Ni de salir de la cama, ni empezar el día».
Esa tristeza infinita que no se agota con el llanto, la mayoría de las veces sin saber por qué, sin encontrarle un sentido, sin que las cosas vayan
tan mal. Es común escuchar «si lo tengo todo para ser felíz» o «no se qué me pasa».
Así, la depresión es una caída brusca del deseo, del entusiasmo, la ilusión, donde antes estaban las ganas de vivir, habita ahora la desgana.
Como todo en la vida tiene un porque, una razón, una causa que la provoca y mientras no encontremos el origen, no adelantaremos nada consumiendo
antidepresivos recetados por el médico de cabecera o escuchando los consejos bien intencionados de amigos y familiares, en términos de
«no tienes motivo», «déjate de tonterías», «tienes que venirte arriba que tu eres fuerte».
Es tiempño de depresión, de buscar psicólogo en Valdemoro, de recurrir al Psicoanálisis y recuperar la calidad de vida perdida.

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