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Me interesó el paso del tiempo y su relación con el sujeto desde siempre, como algo digno de reflexión. Quiero aportar aquí sólo unas primeras ideas sobre la cuestión que me sucita.

Y el tiempo fue. Con el big bang se puso en marcha, sin testigos.

En el principio no fue la luz, (el símbolo magnificente de la obra creadora) más bien al contrario, la oscuridad absoluta del espacio vacío. Durante miles de millones de años el tiempo no tuvo conciencia de sí, simplemente transcurría dando origen a miriadas de estrellas que se agruparon en galaxias, cúmulos y supercúmulos, a planetas y sus lunas, asteroides, cometas, meteoritos y una larga lista de objetos cósmicos. Tuvieron que pasar aproximadamente 13.700 millones de años para que un mono puesto en pie (recientemente), decidiera parcelarlo a su antojo.

Y se hicieron los años y los meses y las horas…. y los siglos, medidas que los hombres aceptaron con la razonable argumentación de su necesidad, para que las personas coincidieran en las esquinas o en la puerta de los teatros, para determinar que se puede hacer y que no, en función de los años transcurridos desde el momento en que se produjera el nacimiento o la defunción, para abrir y cerrar las grises ventanillas de tristes oficinas, para que coincidan en el patíbulo víctima y verdugo, para considerar a un pobre, viejo, y a un rico, maduro y experimentado.

Como si de una fórmula matemática se tratase la aplicó el hombre y se sintió feliz determinando cuánto hace desde que…. o cuándo se descubrió el…. o a qué hora quedamos… pero aunque la deriva de nuestra evolución hiciera imprescindible la ordenación del tiempo, habrá que reconocer que resulta muy útil a la falsa sensación humana de tener la vida bajo control. Homo Sapiens el animal que ríe, que adora dioses, que dibuja y crea aquello que no existe en la naturaleza…. también puede dominar el tiempo, sujetarlo, congelarlo.

Como decía Saint-Exupèry, lo esencial es invisible a los ojos.

Como afirma el psicoanálisis, la verdad es inconsciente y como todos comprobamos a diario, muy poco es aquello que los humanos podemos controlar de nuestra vida y del escenario donde ésta ocurre. La imperfección garantiza que cada acto esté supeditado a lo imponderable. Así voluntad e intención se alimentan mutuamente y arrojan al sujeto solo pertrechado con su deseo, al caos impredecible de los acontecimientos venideros. Si estas escasas fuerzas de que disponemos movieran montañas, el Everest estaría en Pinto, lo que me permitiría verlo desde la ventana de mi casa.

Como el agua o la arena escapan de la custodia de unas manos, que aunque firmemente entrelazadas y prietos los dedos, no pueden retenerla, así escapa el tiempo de nuestro control.

Como una mariposa muerta clavada con un alfiler es la obra fallida que intenta conservar la belleza, de igual forma, un papel con números colgado de la pared y llamado calendario, no gobierna el tiempo. Desde el comienzo (al menos según lo que los científicos creen saber, y con permiso de agujeros negros, agujeros de gusano, materia oscura etc), éste discurre exactamente igual, sin alteraciones, sin comenzar ni acabar. Sin embargo el ser humano ha cuadriculado el tiempo dividiéndolo en infinitos compartimentos, los arrebolados amaneceres, los sonidos inquietantes de la noche, el cenit en un día de calima, todo se convierte en la posición de una pequeñas agujas corriendo alocadas (como el conejo relojero de Alicia) sobre una esfera plana.

¿Cómo entonces no serían posibles “la hora señalada”, “el siglo de las luces”, un “minuto de silencio” o …. “el año nuevo”?

“El tiempo va sobre el sueño

hundido hasta los cabellos

Ayer y mañana comen

oscuras flores de duelo.”

Federico García Lorca

 

El 31 de diciembre a las 24,00 horas y el 1 de enero a las 00,01 minuto somos los mismos, con idénticos problemas, los mismos miedos y debilidades, responsabilidades, rutinas, síntomas y preocupaciones… pero en el universo simbólico que habitamos algo habrá cambiado, será otro año.

Es el comienzo de un nuevo ciclo, de una nueva etapa en la vida de cada uno de nosotros, los brindis y las expresiones de deseo renuevan las esperanzas de conseguir lo que aun se nos resiste, aquello que sigue pendiente.

Aun así no ha sido fácil el camino del hombre a la hora de pautar el tiempo, a día de hoy siguen vigentes muchos calendarios distintos. La palabra calendario viene de las calendas que eran los primeros días de cada mes. Arqueólogos británicos encontraron el calendario más antiguo hallado hasta ahora, en Aberdeenshire, Escocia, y se cree que data del 8000 a. c. El calendario egipcio viene del tercer milenio antes de Cristo y fue el primer calendario basado en el sol, el romano basado en el ciclo lunar (por eso las semanas de 7 días para un total de 28, fase lunar completa), comenzó teniendo diez meses y empezaba en marzo (mes dedicado al dios Marte). El primer día del año, 1º de marzo, como celebración se encendía el fuego sagrado en el templo de Vesta. El segundo rey de Roma Numa Pompilio Censorino, agregó los meses de enero y febrero. En el año 45 a.c. Julio César encargó al astrónomo de Alejandría, Sosígenes, la elaboración de su propio “año” y éste con gran precisión lo calculó en 12 meses y 365 días y seis horas. Julio agregó un día al mes de su nacimiento, por supuesto julio, y Augusto hizo lo mismo con el suyo, agosto. Estos dos días le fueron quitados a febrero. Como vemos el poder ha permitido a los hombres administrar el tiempo según sus caprichos. Distintos son el calendario romano del juliano y del gregoriano que vino después o del musulmán que comienza el 16 de julio del 622 (hégira) o el maya, inca, azteca y que decir del hebreo que acumula ya 5777 años comenzando a contar desde la Génesis del mundo, según La Biblia. Los símbolos se alimentan de si mismos y como caníbales, si el fin de un período y el comienzo de otro implican una renovación, hacen nacer nuevos sueños, propósitos firmes, proyectos ….. VIDA.

El DESEO es el motor de la vida.

No hay VIDA sin DESEO.

El DESEO es QUIERO, TENGO GANAS y se nutre de sueños e ilusiones….. aunque muchas veces solo sean mentiras.

Tenemos proyectos que se marchitaron

crímenes perfectos que no cometimos

retratos de novias que nos olvidaron

y un alma en oferta que nunca vendimos

……………………………………………………….

Más de cien palabras más de cien motivos

para no cortarse de un tajo las venas

más de cien pupilas donde vernos vivos

más de cien mentiras que valen la pena……

(Joaquín Sabina, 1994)

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