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Muchas veves confundimos estos dos términos o simplemente hacemos un mal uso de ellos.

Es verdad que en general la depresión incluye la tristeza, pero no necesariamente sentirse triste significa que sufrimos depresión.

En principio la depresión es un síntoma psíquico, que como cualquier otro síntoma, tiene un punto crucial al que debemos apuntar, averiguar cuál es la causa que lo produce.

También sabemos que en la vida hay momentos en que podemos ser felíces, instantes en que una persona se siente verdaderamente bien, «realizada», radiante, con sensación de plenitud. Estos sentimientos que nos embargan son pasajeros, efímeros. Aunque cada uno deberá intentar prolongar este estado de bienestar todo lo posible, sabemos que vendrán tiempos peores y que habrá circunstancias que nos llevaran al enfado, la ira, la desazón, el desánimo y por supuesto la tristeza.

La depresión puede instalarse en una persona y «cronificarse» convirtiéndose en una «entidad psicopatológica» en si misma. Encontramos siempre una caída del deseo, de las ganas, de…. disfrutar, reir, soñar…. vivir. Puede fallar el deseo hasta el punto de que el sujeto no quiera o no le importen sus estudios, perder su trabajo, salir a la calle, levantarse de la cama o cuestiones tan primarias como su cuidado o aseo personal. Es el tiempo del desinterés, la abulia y la apatía.

La tristeza es un estado de ánimo pasajero, un sentimiento muy humano que nos afecta innumerables veces a lo largo de los años, no se trata de algo patológico. Por lo tanto mientras la depresión está en el campo de la psicopatología como un síntoma a descubrir, de dónde viene, qué lo provoca y para qué sirve? La tristeza es algo normal, aunque si el sujeto no puede superarla, podría convertirse en un síntoma de tipo depresivo.

Según nos dicen la medicina y la neuropsicología, en la depresión se producen alteraciones químicas en nuestro cerebro, concretamente el decenso de serotonina. Esta es una sustancia muy importante capáz de comportarse en la sangre como una hormona y en el cerebro como un neurotrasmisor. Esta particularidad la lleva a desempeñar un papel vital en muchas funciones orgánicas, como tener o no apetito, intervenir en la regulación de la temperatura corporal o del ritmo circadiano que regula el sueño. Bajas concentraciones de serotonina aumentan el deseo sexual, mientras que por el contrario las altas, lo disminuyen (si nuestro cerebro está satisfecho no es necesaria más satisfacción). Aquí podemos ver a la serotonina como un indicador de «felicidad» por eso disminuye su concentración en el cerebro de los depresivos. Lo cual seguiría sin explicar nada sobre el origen del estado anímico en cuestión, ya que no es el déficit de esta sustancia lo que provoca la depresión, en la que casi siempre encontramos causas psicológicas que tienen que ver con la calidad de vida de una persona, sus frustraciones, la caída de sus ideales, la insatisfacción vital etc. No por menos serotonina tenemos depresión, más bien por estar deprimido prolongadamente, bajan los niveles de esta hormona.

Por último quiero señalar una diferencia muy clara.

La depresión requiere de una consulta terapeutica, la tristeza, no.

En la depresión es necesario recurrir al psicoanálisis para preguntarse por la causa que origina el sufrimiento, única forma de poder resolverlo.

 

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