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En la mitología griega Fobos y Deimos son hijos de Afrodita (diosa
del amor) y de Ares (dios de la guerra).
Asaph Hall descubridor de las lunas de Marte las bautizó con el
nombre de estos famosos hermanos, aunque hoy es Fobos quien
nos interesa, ya que es el representante del miedo y el horror.
El miedo es la emoción que nos embarga cuando reconocemos un
peligro o amenaza para nuestra integridad física o psíquica, puede
tener que ver con la realidad exterior o con la realidad interna, tan

importante o más que la primera, puede relacionarse con algo
pasado, presente o futuro, ser más o menos «real» a nuestro

entendimiento, pero en definitiva es una sensación desagradable,

que cuando llega al pánico inmoviliza al sujeto y en todos los casos,

lo angustia. Cierto es que se convierte en una herramienta fundamental

para todos los seres vivos, preparandonos para reaccionar (huída,

camuflaje, respuesta/enfrentamiento ante la amenaza etc.),  pero no es

esa la clase de miedos a los que me quiero referir, sino a la fobia como

un síntoma psicológico que puede afectar la vida cotidiana.
La característica fundamental de la neurosis fóbica es su capacidad

de desplazamiento, o sea que el miedo se traslada de su verdadera

causa a un objeto que lo suplanta.

Como si el sujeto no pudiera enfrentarse por doloroso o traumatico,

con lo que verdaderamente lo angustia y horroriza y lo colocara en otro

lugar más soportable o al menos más fácil de eludir.

Haciéndolo así logramos dos objetivos:

No enfrentarse con la verdadera causa de su desdicha (siempre
más dolorosa).
Poder evitar lo que le provoca pánico más facilmente, (si el miedo
es a volar, con no subir a un avión se resuelve el problema).

Hay muchas formas de fobia y muchas clasificaciones, sin embargo
para el Psicoanálisis la estructura es la misma, la de una neurosis y
aunque el objeto fobígeno cambie, siempre encontraremos que éste
no es la verdadera razón de tan intenso temor. Lo que puedo afirmar
con rotundidad es que mientras no despejamos dicha incognita, el
síntoma se mantiene inalterable, así como nuestros sufrimientos.

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